Las capacitaciones son indispensables en las empresas para mejorar las habilidades y conocimientos de los colaboradores. Pero, ¿cómo sabemos si la formación está dando resultado? ¿Puede medirse el impacto de una capacitación? En este artículo encontrarás algunas claves para que puedas gestionar su rendimiento de manera eficiente.
Las capacitaciones empresariales se han vuelto vitales en los últimos años para motivar y potenciar a los colaboradores de una compañía. Pero, ¿cómo saber si el plan está dando resultado? ¿Se pueden medir los resultados de una formación profesional?
En su estudio “Impacto de la capacitación interna en la productividad y estandarización de procesos productivos: un estudio de caso”, J. Diez y J.L. Abreu definen a la capacitación como el elemento que busca “dar respuesta a las necesidades de las diferentes instituciones del sector empresarial en pos de un cambio de aptitudes y habilidades por parte de los empleados”.
En este sentido, es relevante estipular metas que los colaboradores deben alcanzar para decretar si la formación resultó efectiva. P. Pineda define en “Evaluación del impacto de la formación en las organizaciones” a la evaluación de la capacitación como aquella que “permite identificar los efectos reales de la misma en la organización para determinar los beneficios que aporta para el logro de los objetivos organizacionales”.
Las compañías deben plantear objetivos claros en sus capacitaciones para fomentar la participación de sus colaboradores y obtener resultados tangibles a corto o largo plazo. Que cada empleado conozca el porqué de cada formación es una parte central en este proceso.
Si bien cada capacitación varía en función de sus objetivos y el sector de la empresa a la que esté orientada, en líneas generales existen cuatro ventajas principales que se desprenden de ellas.
La actualización y el reforzamiento de habilidades para todos los colaboradores es uno de los beneficios de una capacitación efectiva. Un plan correctamente desarrollado permite potenciar y modernizar las competencias de los empleados, y brinda oportunidades de aprendizaje continuo.
La segunda ventaja está relacionada con la ampliación de conocimientos sobre determinados temas y procesos de la organización. La capacitación bien planteada permite que los colaboradores adquieran nueva información sobre tópicos que son de interés para la compañía.
Incrementar la productividad y la calidad del trabajo tiende a ser uno de los frutos centrales de una capacitación, ya que la misma tiene un impacto directo no solo en el rendimiento sino también en la calidad del trabajo llevado a cabo por los empleados.
Por último, contar con personal capacitado será positivo tanto para el empleado como para el cliente, que será abordado con mayor conocimiento y mejor servicio.
Como se mencionó anteriormente, es indispensable conocer el impacto de la formación profesional en los colaboradores para alcanzar los objetivos planteados y saber qué tópicos o herramientas ajustar en un futuro. Para esto, el autor Donald Kirkpatrick desarrolló un modelo basado en cuatro premisas que permiten evaluar el éxito de una capacitación empresarial.
Aunque existen distintas maneras de medir el éxito de una capacitación, el modelo Kirkpatrick es mundialmente conocido por su enfoque integral: no solo permite evaluar la satisfacción inmediata de sus participantes sino que también mide el aprendizaje y su aplicación en el puesto de trabajo.
Para evaluar la efectividad de los programas de capacitación y medir sus resultado, las siguientes métricas son fundamentales:
Cuando se habla de ámbitos empresariales, muchas veces sale a la luz el concepto de ROI (Retorno de la Inversión), que es la métrica financiera que calcula la ganancia o pérdida generada en relación con la cantidad invertida. En un contexto ligado a las capacitaciones, el término cobra relevancia.
En estos casos, el ROI sirve para determinar si el dinero invertido en los programas de capacitación tuvo beneficios económicos para la compañía. Para calcular el ROI de una formación se tienen en cuenta los costos de la capacitación, es decir, los gastos relacionados con el salario de los instructores, los materiales y el tiempo de los empleados y los beneficios económicos como el aumento de la productividad y la reducción de errores.
El ROI se calcula restando los beneficios del programa menos los costos del programa, dividiendo ese resultado por los costos del programa y multiplicando ese valor por 100. La fórmula permite conocer cuánto retorno económico se obtiene por cada unidad monetaria invertida en la capacitación. Mientras que un ROI positivo indica que la inversión fue rentable, uno negativo señala que no se generaron suficientes beneficios como para cubrir los costos.
El ROI y el método Kirkpatrick sirven para determinar cómo impactó una capacitación en el ámbito empresarial pero atendiendo a diferentes variables: mientras que el primero se centra esencialmente en lo económico, el segundo modelo apela a un análisis más completo que considera aspectos tanto cualitativos como cuantitativos de la capacitación.
Sin importar qué método se use, medir el impacto de la formación profesional en los colaboradores sirve para mejorar el rendimiento en los puestos de trabajo, sumar nuevas habilidades y conocimientos de la empresa y tener mejor contacto con los clientes. Identificar y evaluar los puntos fuertes y débiles de una capacitación permitirá ajustar o reforzar la estrategia de la misma para futuras prácticas con otros empleados.
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