La inclusión en los procesos de formación ya no puede ser un extra: es un componente esencial para construir experiencias de aprendizaje alineadas con una cultura organizacional que valore la diversidad y promueva la equidad.
Muchas compañías invierten tiempo y recursos en mejorar las habilidades de sus colaboradores, diseñar experiencias innovadoras e incluso desarrollar nuevas formas de evaluar resultados. Sin embargo, en ese camino, la accesibilidad muchas veces queda relegada. Y no, no se trata únicamente de incorporar subtítulos o facilitar el acceso a las plataformas. Hablamos de diseñar programas formativos verdaderamente inclusivos, pensados para ser útiles y valiosos para todas las personas, sin importar sus capacidades.
La clave está en no asumir que un mismo contenido servirá para todos por igual. La accesibilidad implica adaptar metodologías, formatos y herramientas para que cada individuo pueda realmente aprovechar la experiencia formativa.
Además, medir el impacto de estos programas de capacitación es tan importante como implementarlos. Sin indicadores claros, es difícil saber si las políticas de inclusión están generando resultados reales o si se quedan en buenas intenciones. De acuerdo con distintos estudios, existen herramientas efectivas para evaluar si un programa accesible está cumpliendo con su propósito y alcanzando la performance esperada.
El primer paso para evaluar el impacto real de una capacitación inclusiva es entender a quiénes está dirigida. ¿Quiénes son las personas que van a participar del programa? ¿Tienen alguna discapacidad visual o auditiva? ¿Acceden a los contenidos desde dispositivos móviles? ¿Cuentan con una buena conexión a internet? Todas estas variables pueden identificarse a través de un análisis demográfico interno.
Contar con este tipo de información no solo permite diseñar experiencias más accesibles, sino que también revela barreras invisibles que podrían afectar el aprendizaje. Consultar de antemano si alguien necesita adaptaciones específicas en los formatos o en la forma de acceso puede marcar una gran diferencia en la experiencia del learner.
Un diagnóstico inicial adecuado permite a los equipos de formación anticiparse a los posibles obstáculos que podrían dificultar la participación. Por ejemplo, si se detecta que una parte del personal se conecta desde un smartphone con baja conectividad, lo ideal será priorizar materiales más livianos y optimizados para dispositivos móviles.
En México, el 96.2% de los usuarios de internet acceden a la red mediante un teléfono inteligente, y el 28.6% ha reportado problemas frecuentes de conexión, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2023). Esto resalta la importancia de diseñar contenidos educativos que sean eficientes en el consumo de datos y compatibles con dispositivos móviles.
Este tipo de ajustes no solo mejoran la experiencia individual, sino que también refuerzan el compromiso de la organización con una cultura inclusiva. Pensar en accesibilidad desde el comienzo es una señal clara de que la formación está realmente pensada para todos.
Una vez identificadas las necesidades específicas de cada colaborador, recién entonces es posible comenzar a diseñar contenidos verdaderamente accesibles. Comprender el punto de partida de cada persona, permite tomar decisiones más informadas y efectivas que no solo benefician directamente a quienes tienen algún tipo de discapacidad, sino que también enriquecen la experiencia de aprendizaje para todos los participantes.
Entre las estrategias más comunes se encuentran aquellas basadas en los principios del diseño universal: utilizar tipografías claras y legibles, asegurar un buen contraste de colores, incluir subtítulos en los videos, descripciones alternativas en imágenes y facilitar una navegación intuitiva. Estas herramientas no son exclusivas para personas con discapacidad; mejoran la usabilidad general de cualquier plataforma formativa.
Para entender el impacto real de estas mejoras, es fundamental incorporarlas en las métricas tradicionales de los procesos de capacitación. Algunas de las variables clave a observar son:
Estas métricas no solo ayudan a validar las decisiones tomadas, sino que también aportan información valiosa para seguir ajustando y mejorando los programas de formación en el futuro. La accesibilidad, más que una obligación, se convierte en una oportunidad para ampliar el alcance y la eficacia del aprendizaje dentro de las organizaciones.
Es conveniente consultar con los usuarios si les resultó fácil poder acceder al contenido, si pudieron comprenderlo sin mayores dificultades y qué aspectos mejorarían. La retroalimentación es fundamental para poder medir que tan efectivas fueron las herramientas utilizadas.
Este feedback se puede recopilar a través de encuestas post capacitación o en entrevistas individuales. Lo importante es que las preguntas estén orientadas a la experiencia de accesibilidad y no solo al contenido. El Net Promoter Score (NPS, por sus siglas en inglés) adaptado puede ser un buen indicador.
Además, escuchar a personas con discapacidad, adultos mayores o neurodivergentes sobre sus experiencias a la hora de acceder a los materiales de formación permite verificar si las medidas implementadas están generando un impacto. La opinión de los learners es la herramienta más poderosa para poder realizar un análisis detallado.
El éxito de las medidas de accesibilidad también se pueden medir en la práctica a través de la implementación de exámenes, análisis de desempeño en tareas específicas y entrevistas a los líderes de equipo.
Una señal clara de que las técnicas aplicadas están funcionando es cuando los colaboradores que solían tener dificultades demuestran una mejoría en sus resultados. Esta información se puede contrastar con los indicadores de productividad para reforzar el progreso.
Las mejoras en accesibilidad son fundamentales para mejorar los resultados en los programas de formación y su implementación en las organizaciones no suelen representar grandes inversiones. Esto la vuelve una herramienta ideal para fomentar la inclusión. Además, está comprobado que los entornos más accesibles para los colaboradores cuentan con mejores tasas de retención del talento y un mayor compromiso por parte de los equipos.
Algunas formas de calcular el ROI para medir la accesibilidad son:
La accesibilidad no es un objetivo que se alcanza una sola vez, sino un proceso en constante evolución. Cada nueva edición de una capacitación representa una oportunidad para revisar, mejorar y adaptar los contenidos, asegurando que sean más inclusivos para todas las personas que participan. Por eso, es recomendable realizar auditorías periódicas y mantenerse actualizado en relación con los estándares internacionales como las Pautas de Accesibilidad para el Contenido Web (WCAG).
Una práctica especialmente efectiva para elevar el nivel de accesibilidad en los procesos de formación corporativa es involucrar activamente a personas con discapacidad durante las pruebas piloto. Este enfoque permite identificar con mayor precisión las barreras que podrían limitar la experiencia de aprendizaje de otros colaboradores y ajustar los contenidos antes de su lanzamiento general.
Invertir en accesibilidad no solo es un compromiso con la inclusión, sino también una estrategia inteligente para mejorar la productividad, la motivación y el bienestar de los equipos. De acuerdo con la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo (FUNDAE), adaptar contenidos y plataformas digitales para personas con discapacidad sensorial o cognitiva permite eliminar obstáculos en los procesos de formación y mejora la experiencia general de todos los learners.
En Intelego trabajamos con organizaciones que buscan transformar su cultura de aprendizaje con soluciones inclusivas, efectivas y alineadas con sus valores. Si estás listo para diseñar procesos de formación que realmente generen impacto, escríbenos y te asesoramos.